Una de película/Canciones al completo: “Miles Iz Ded” de The Afghan Whigs

Cuando entrevistamos a Will Johnson me sorprendió (jamás lo hubiese imaginado) su gusto por The Afghan Whigs y la mención a sus vídeos. Me alegró ver que no soy el único que los ve como especiales, concretamente dos, los correspondientes a su álbum Congregation.

En los años 90 había unos cuantos programas culturales muy especiales en tve, uno de ellos era Metropoli. En una cinta VHS grabada por mi hermano pude ver esto (gracias archiveros) y me marcó mucho. Era un programa que hablaba de la por entonces ciudad en boca de todos y aparte de entrevistas a los creadores de Sub Pop, se intercalaban fragmentos de vídeos de diferentes grupos. Uno de ellos era The Afghan Whigs con sus temas “Turn on the Water” y “Miles Iz Dead” (cerrando el reportaje).

Para hablar de “Miles Iz Ded hay que situarse en la época y también en el momento del grupo. Estamos en plena era MTV (de aquella época, es decir, se centraba en la música). Michael Jackson había puesto un punto y aparte con sus superproducciones en forma de vídeo, empezando con “Thriller”, y ya era obligado el tema de hacerlos. Era parte de la industria. En 1992 The Afghan Whigs eran un grupo poco menos que desconocido con dos discos a sus espaldas. Esa combinación: dinero obligatorio para hacer vídeos, que The Afghan Whigs fichen con Sub Pop, el ser desconocidos y tener ya una fuerte personalidad, unido a la proverbial falta de prejuicios cuando se está empezando (esa bonita expresión, «libertad creativa»), me hacen pensar que fue lo que permitió que se filmase esta joya.

Pero antes mencionemos un par de particularidades sobre el tema musical. La primera, volviendo a mi historia personal, es que este tema es una pieza oculta en su disco Congregation. The Afghan Whigs eran especiales porque ninguno de sus álbumes tiene más información en portada y contraportada que el nombre del grupo y el título (algunos como 1965, ni eso) así que buscar en aquella época de dónde era ese tema era difícil. No sé cómo tendría acceso al libreto interior de Congregation (no había descargas, ya sabéis, otros tiempo) pero el tema no aparecía. Mi obsesión por él era tan grande que mi hermano me avisó que había visto el maxi de “Turn on the Water” y el tema se incluía en la cara B. Me lo compré, claro, ya que además “Turn on the Water» también me había dejado fascinado. La segunda particularidad sobre canción es que se hiciese un vídeo, como si fuese un single, para un tema que ni siquiera aparece en los títulos interiores del disco.

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Es decir, todo en él tenía el encanto del misterio (ahora desvelado, claro, echad un vistazo a su historia en la wiki u otros blogs) aparte de lo increíble que a mi me pudiese parecer.

Pues bien, si a todo lo anterior añadimos el fragmento de vídeo que pude ver en el programa Metropoli, no había en él nada que tuviese desperdicio. Pasaron los años, y al fin pude visionar el vídeo entero lo que supuso un placer máximo. Si mencionaba antes “Thriller” y podemos decir de él que es una superproducción de Hollywood, el vídeo de Miles Iz Ded vendría a ser como una mezcla de Bresson y Maya Deren. Así es como lo siento yo.

Como siempre, voy a enlazar el tema con el vídeo, así que lo suyo es verlo sin dilación pero dejadme que os cuente un poco más. El impacto al ver el fragmento de Metropoli que comenzaba con el vídeo en la segunda estrofa y verlo desde el principio es el mismo. Si la primera vez que lo visioné comienza con un tipo con aspecto de aviador conduciendo un sidecar en cuyo asiento va un pollo (una polla realmente) que resulta ser su pareja, en el segundo caso se ve un primer plano de un vaso lleno de whisky, que se vacía y se rellena. En primeros planos en blanco y negro vemos un tipo preparándose un tiro de heroína con todo detalle. Sí, Tarantino en Pulp Fiction lo hizo dos años después a todo color y es probable que exista algo así en cine de forma previa a este vídeo pero recordemos que los vídeos no dejaban de ser promoción. ¿Quién demonios pensó que esto podía vender absolutamente nada de un tema que, a saber en qué disco estaba?. De hecho, Tarantino lo expone de forma poética, mientras que el vídeo lo hace de una forma realista verdaderamente impactante.

La sensación de decadencia, negrura y desolación que desprenden esos primeros planos solo es comparable a todo lo que se desarrolla a lo largo del propio vídeo. En él hay amor, terror y tragedia de una forma que nunca se había visto en esto de los vídeos musicales y que me atrevo a decir que nunca más se volverá a ver aunque admito que ya no suelo estar muy pendiente de ellos.

The Afghan Whigs no volvieron a hacer (en vídeo) nada parecido. No creo que nadie lo haya hecho porque cuando lo vuelvo disfrutar de vez en cuando, pienso que es absolutamente irrepetible.

El tema, a estas alturas es un poco innecesario decirlo, es un tema alucinado. Tiene un mantra, “No olvides el alcohol”, que se repite de forma obsesiva y que parece la representación misma de la adicción del borracho. Tiene ese comienzo con la batería tan enérgico y esas subidas y bajadas magníficas. Tiene a un Dulli derrotado que interpreta un lamento eterno de forma genial. Es ambiental, es ruidoso e intenso, tiene una pasión absolutamente deprimente y, como en el vídeo, no sabes qué demonios te quiere contar. Es poesía pura.

«Miles eztá mueta»

Si lo bajé,

sacándote de tu trance,

escurriéndome en tu mente,

y metiendo mis manos en tus pantalones.

No me gustaría acabar con todo

y no me gustaría que fuese lo mejor.

Entonces todas las cosas que me haces

las podríamos exagerar.

Ahora todos saben

o todos quieres saber

Los cómos, cuándos y porqués

y cómo dije adiós.

Ooh, ooh, ooh, ooh

ooh, ooh, oooooh.

Ooh, ooh, ooh, ooh

ooh, ooh, oooooh.

No olvides el alcohol.

Ogh, nena, ooh, nena.

No olvides el alcohol.

Ogh, nena, ooh, nena.

EL VÍDEO

El título, si seguimos los cánones sobre el tema sería “Miles eztá mueto” ya que surgió tras la muerte de Miles Davis pero en mi mente la muerta es la pollita del vídeo a la que bauticé Miles y que tenía que presidir con su bailecito (ahora que tanto se lleva) esta entrada, así que se queda en femenino.

Canciones al completo: “Kill Yourself Live” de Mudhoney

Como esto de canciones al completo va de darme gustazos, y ya de paso, espero que a alguien más, van dos entradas con grupos conocidos, como suele ocurrir en esta sección, uno con un tema muy reciente y otro con un tema bastante antiguo (en próximos días, semanas, meses, ¡o años!).

Vayamos primero con Mudhoney, ese grupo minoritario dentro de una escena minoritaria con cuatro o cinco grupos mayoritarios. Siempre fueron un grupo de minorías. Los amigos de aquella época con los que soy más afín musicalmente nunca les valoraron demasiado. El público en general no les valoró demasiado (aún recuerdo aquellas críticas diciendo que Mark Arm era un clon de Kurt Cobain, ¡por ser rubio!, sic), la crítica, bueno, ahí hubo y hay de todo. Y eso es una de las cosas maravillosas de Mudhoney, podemos hablar de ellos en presente. Y muy presente.

Está claro que ellos nunca tuvieron un cantante estratosférico. Mark Arm no es ni Chris Cornell, ni Lyne Staley, ni Mark Lanegan, etc, etc. Ni falta que hace. Es más, su música era el punk de aquella ciudad (con otros aún más minoritarios) y Mark Arm era como vocalista hijo del punk, ya sea de Detroit, de Nueva York, de Inglaterra o de California. Lo fue con Green River y lo es con Mudhoney.

Lo que ocurre es que tenía junto a él a Steve Turner a la guitarra y a Dan Peters a la batería. El primero aportó además un toque de música de raíces (véase su primer disco en solitario) y cierta psicodelia y el segundo un talento descomunal y mucho nervio. Puede que Dan Peters sea de aquella escena con colosos como Matt Cameron y Barret Martin uno de los baterías más minusvalorados. Al igual que Mudhoney como grupo.

Ese toque de raíces, rock y psicodelia les enlaza directamente con los padres, The Gun Club, y también con la escena que se denominó “Nuevo Rock Americano”, de éxito minoritario y cuyos grupos se parecían, al igual que en Seattle, como un huevo a una castaña, a pesar de tener gustos comunes (y otros que no, claro): The Long Ryders los más antiguos, Green on Red, Jason & the Scorchers, The Dream Syndicate en medio y Drivin´ & Dryin´como los últimísimos. Por supuesto, cada uno venía de un punto de E.E.U.U. en este caso.

Pues sí, ahí están. Mudhoney me siguen aportando sarcasmo a raudales. Y de los grupos actuales, sigue siendo uno de los que destila más mala baba. Al fin y al cabo siempre he considerado que eso es el punk. Eso es Jello Biafra.

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Además es uno de esos grupos que más me ha hecho reír con sus letras (junto a Well Hung Heart y el último disco de Faith no More, la verdad). Lo hicieron en su penúltimo larga duración Vanishing Point con el tema «What to Do with the Neutral» y lo han hecho con el último disco Digital Garbage (cuyo título, ya es estupendo) y el temón “Kill Yourself Alive” (hasta el teclado es de choteo). No me extiendo mucho más. No diría que Digital Garbage esté al nivel de los discos clásicos pero a mi me encantó cuando salió hace un par de años. Y ahora, claro. Hay que decir que además, vuelven a estar de actualidad con el E.P. de las sesiones de su último disco (llamado Morning in America y que, por supuesto, contiene un tema llamado “Kill Yourself Alive Again”, ¿no son maravillosos?) y un split con sus colegas The Melvins llamado White Lazy Boy. Por si a alguien le llega a interesar.

“Mátate en Directo”

Cuando me mate en directo
¡Tendré tantos “me gusta”!
Adelante, dale una oportunidad,
Mátate en directo
Nunca serás tan famoso.
Nunca serás tan popular.
Todo el mundo te estará viendo en sus pantallitas.
Será fabuloso.
Será tan irreal.

Mátate en directo.
Mátate en directo.
Mátate en directo.
Mátate en directo.
Hazlo por los “me gusta”

Sé creativo.
Enséñanos lo que tienes.
Hazlo limpio y rápido
o hazlo repugnante y enfermizo.

Usa un efecto con orejas de conejo.
Quizá mete algo de fruta bailando.
Enciérrate en el congelador.
¡Desnúdate y despelléjate!
Puedes dejarte el sombrero puesto.
¡Te puedes volar la cabeza!
Rompe tus luces traseras y conduce
hasta que termines en la cuneta.

Mátate en directo.
Mátate en directo.
Mátate en directo.
Mátate en directo.
Hazlo por los “me gusta”

Eres un chico especial.
¡Serás homenajeado!

Preguntarán cómo te falló la sociedad.
Difundirán tu nombre.
Y perdurarás,
y perdurará,
y perdurarás.

Perdurarás en la basura digital,
Perdurarás en la basura digital,
perdurarás,
no vaya a ser que olvidemos…

LA CANCIÓN

Una de libro: El Hombre que Hablaba Serpiente

De todas la novelas leídas el año pasado he de destacar la que da título a esta entrada. En un año que hubo sorpresas agradables y en el cual solo se coló un enorme garbanzo negro, destacar esta novela habla por sí mismo. Pero eso, a quién pueda leer esto que no sepa la compañía que ha tenido, no significa nada, tan solo puedo decir que no recuerdo, desde que leí “Meridiano de Sangre” y “Bajo Cielos Inmensos”, una novela que influya tan permanentemente en el pensamiento. Y de eso hace bastantes años. Pero con todo lo que hay que comentar, alargar más esta introducción, sería un crimen.

El Hombre que hablaba Serpiente es una novela río. Es una novela fronteriza o extrema en varios aspectos y por ello aunque en menor medida, es una novela épica. Es muy difícil separarlos en tan breve espacio y con tan poco talento de modo que voy a entremezclar los dos primeros.

El libro abarca la vida, desde la inocente juventud de Leemet hasta el final de sus días. Lamentablemente para él y afortunadamente para nosotros, vive en un momento históricamente límite y fronterizo. Él es el último representante, de un tiempo y una cultura que se extingue y el curioso observador de una transformación histórica, tránsito de una religión pagana al cristianismo (que no recuerdo bien pero nunca llega a nombrarse como tal, aunque es evidente). Como punto intermedio y lo que es más importante, al margen de ambas religiones, el chico, como trasunto de su autor, claramente se posiciona al margen del extremismo porque para el autor solo existe la personalidad individual que se debe ir formando adecuadamente (la figura del tío como maestro, es fundamental) pese a que existan una o más religiones. Menos obvio pero igual de importante es el límite que nos presenta entre una humanidad en armonía con la naturaleza y otra que se está expandiendo a costa de ella en su expansión agrícola. Cito El Gran Calentamiento de Brian Fagan: “[…] la deforestación de Europa durante los siglos cálidos fue una de las más llamativas de la historia. Los bosques franceses se redujeron de 30 a 13 millones entre el año 800 y el 1300[…]” (recomiendo leer de la página 70 a la 74 de ese libro para entender por completo de lo que hablo en relación a este libro). Ambos periodos de transición, el religioso y, en cierto modo, el industrial nos retrotraen a esas fechas de cambio de milenio que en si mismo también suponen un límite temporal. Toda esta serie de concatenaciones (relacionadas) hacen de esta novela un barroquismo de fronteras que de por si, casi resulta lo más mágico y fantástico de ella.

Aunque el libro es un alegato nada panfletista en contra de muchas cosas (la ignorancia, los extremismos, la violencia,…) y no es especialmente sutil en ese aspecto, su carácter de novela de aprendizaje permite al autor que dichos alegatos queden transformados mediante la óptica de la juventud de su personaje. Por ello, los tres primeros cuartos de la novela son mucho más luminosos de lo que cabría esperar teniendo en cuenta la dureza de muchos temas (muerte, incomprensión religiosa y social, aislamiento,…) bajo la mirada sencilla del protagonista y el humor que desprende el autor, unas veces a través de lo ridículo, otras del absurdo. Es un contraste hábilmente buscado que dota de una profundidad y falta de afectación a la novela que solo puedo calificar de magistral.

Aparte de la inteligencia del mensaje y de la forma de exhibirlo y de la bienintencionada (pero no mojigata) filosofía que encierra, hay muchísimas otras cosas, tal vez lo intrínseco de la novela, que la hacen brillar con luz propia:

– Los personajes: da lo mismo que sean principales o secundarios. Es más, como en el buen cine clásico de Hollywood, son estos últimos los que parecen sostener la novela. Ya sean piojos gigantes nadadores, sus criadores momínidos, abuelos venenosos o más convencionales osos rondadores de mujeres, el elenco pone gotas de humor cuando es necesario. y épica. Parece reservarse la tragedia para el ser humano a lo largo de toda la novela como si este no pudiese escapar a si mismo.

Hay que tener en cuenta que parece querer enmarcarse la novela como fantasía épica y hasta en eso los personajes se apartan de de los cánones más habituales. Demos gracias que su autor sabe de primeras que no es necesario hacer una trilogía para que una novela sea épica y en el mismo sentido, no es necesario atiborrar de elementos fantásticos para que se desborde imaginación (de lo más genuina además).

– La vuelta de tuerca en el último quinto más o menos de la novela. Cierto es que el enfrentamiento de un ser único frente al mundo ya resulta de por si bastante homérico (parafraseando a Michaleen Flynn) pero está claro que el epíteto de épico se pega a este relato, al igual que el de trepidante, cuando se desborda la locura. Eso sí, sin perder parte del humor (esos osos…) pese a la negritud de la sinrazón.

Por último quería hacer mención al propio título de la novela: “El Hombre que Hablaba Serpiente”. Pese a filosofías en contra (muy bien razonadas), lo intrínseco de la novela es la importancia de la comunicación para alcanzar algún tipo de concordia. El hecho de que una única persona no sea suficiente para lograrlo es solo parte de la tragedia de esta novela, la otra es la naturaleza del ser humano que parece ser siempre unidireccional, que no puede compaginar diferentes conocimientos que le ayuden a comprender en la medida de lo posible que él no lo es todo en el universo. Es más, la auténtica tragedia que se desprende de la novela, es el olvido. ¿O tal vez no?

Una de música/Canciones al completo: The Gits. «Frenching the Bully»/»Second Skin»

Tengo que admitir que mi fascinación por este disco ha sido tardía y eso que sé de la existencia de estos muchachos desde hace tiempo. Recuerdo que escuché mis casetes del “Home Alive” muchas veces, una grabación irregular pero muy atrayente.

Pero empecemos desde el principio: ¿Porqué ahora Frenching the Bully? Pues bien, de chiripa vi el documental Hype! (recomendable, por cierto) en el que se ve brevemente una actuación en directo de The Gits cantando “Second Skin”, la canción que cierra el disco del que me dispongo a escribir. Algo me llamó la atención y decidí ir a la fuente, puesto que había escuchado el disco Evil Stig que The Gits editaron junto a Joan Jett tras la dramática muerte de su cantante Mia Zapata para recaudar fondos que apoyasen la investigación abierta.

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Ahí están los cuatro portentos

Mucho se ha comentado que si The Gits eran un grupo con muchas influencias: jazz, blues, punk…a mi me da la sensación que este comentario se hace para dar empaque al grupo y que en absoluto es necesario. The Gits eran un grupo de punk, puro y duro. Y al menos su primer disco es lo que es. En la década de los noventa del siglo pasado hay unos cuantos discos de punk bastante icónicos, se me ocurren “No Lunch” de D-Generation o “…And Out Come the Wolves” de Rancid, que no necesitan beber de estilos diferentes ni influencias para mostrarse a sí mismos como discos con personalidad y grandes composiciones. Una calidad parecida le veo yo a este disco.

Frenching the Bully es un album muy rabioso e intenso. Las primeras veces que lo escuchas es difícil no sentirse arrastrado por la vorágine de unos temas inmediatos cantados por una voz que ya en las primeras estrofas de “Absynthe” llama la atención: grave, con un vibrato peculiar, con técnica pero de una espontaneidad refrescante. Y por supuesto, muy enfadada.

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El punk y esos inicios minoritarios.

Desde que llevo escuchando sus dos discos he pensado mucho en esa voz y creo que Mia Zapata pertenece a esa serie de cantantes que parecen interpretar los temas desde la profundidad de sus entrañas sin por ello dejar de lado la técnica como ya he dicho. Aunque el estilo no tenga nada que ver, es al John García de Unida con quién más se me emparenta. Si de punk hablamos, tal vez Henry Rollins y Jello Biafra podrían ser un buen acercamiento (aunque Mia tiene más melodía en su voz que el bueno de Henry).

Lo mejor de este disco es que semejante portento de voz no necesita de canciones específicas. Puedes abalanzarte sobre cualquiera de ellas que encontrarás el todo de esa voz aunque por supuesto, cada uno tendrá sus favoritas. “It All Dies Anyway” relativamente más reposada e intensa, “Spear and Magic Helmet” portentosa como auténtica cafrada en la que Mia Zapata supura furia cada vez que canta: “I’m full of rrrrrraaaaaage” o «While You’re Twisting, I’m Still Breathing» cuyo abrupto final te deja con ganas de más (suerte que el disco no termina aquí). Por otro lado hay dos temas muy especiales, «Cut My Skin It Makes Me Human» y “Second Skin” en los que Zapata puede llegar a erizarte los pelos.

Es cierto que cada vez que se habla de The Gits, se centra todo, como he hecho yo, en Mia (ya sea por lo musical como por lo extramusical que intento obviar aquí) pero este disco no se consigue mantener así de fresco solo por ella. Mia lo lleva a otro nivel, al nivel de los que destacan mucho, pero todos sus compañeros músicos consiguen conformar esa banda que respalda a su portavoz. En este caso ¿qué es lo que consiguen Joe Splin, Matt Dredsner y Steve Moriarty? En el peor de los casos, acompañarla. En el mejor, generar cierta incógnita (¿hacia donde va la canción?) o imprimir un nervio al tema en cuestión que junto con el ejercido por la voz de Mia duplica el efecto, como si de una guitarra doblada se tratase. Desde mi punto de vista esto se consigue muy especialmente en dos temas como “Wingo Lamo” o el mencionado «While You’re Twisting, I’m Still Breathing».

Es muy probable que estos treinta minutos dejen con ganas de más, al menos ese ha sido mi caso. Por ello recomiendo acercarse también al segundo Lp que grabaron The Gits, Enter: The Conquering Chicken. Lejos de ser un batiburrilo (Mia ya estaba muerta), se consiguió que pareciese un disco ya terminado y se agradecen muchas cosas en él, como por ejemplo, la inclusión de  ambas versiones de “Social Love” (acústica-directo, eléctrica-estudio). Pero este disco, ya es otra historia.

Os dejo con unas palabras de Steve Moriarty (batería) que aparecen en el libro “Todo el Mundo Adora Nuestra Ciudad: Una Historia Oral del Grunge” (muy complementario del documental Hype! que antes os he comentado y también muy interesante). Allá van:

“…Cuando salíamos a tocar siempre supe que, al margen de lo muerto que parecieran los espectadores, de que estuvieran todos apalancados en la barra o de lo grande que fuera al local, a la tercera o cuarta canción todos se habrían pegado al escenario.

Se ganaba su atención y conseguía atraerles a todos hasta las primeras filas para que participaran en el acontecimiento […] Se ponía de rodillas y cantaba dirigiéndose a miembros del público prácticamente de manera individual […], era simplemente Mia comportándose tal como era, pero amplificada […]

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Mia os canta «Second Skin»

“Second Skin”

 

He pensado en ello, hostias,

como un millón de veces.

Agota todas mis fuerzas

tan solo el mantenerme en calma

pero me digo a mi misma que es mejor respirar

que guardarlo dentro solo ayudará a dejarme para el arrastre.

Cada vez que cierro los ojos

veo otra cadena.

Es algo que no puedo olvidar,

algo de lo que no puedo escapar.


Necesito una segunda piel,

algo que me anime

no puede parecer que para escapar de este agujero

me he cavado otro justo detrás.


Para levantarme me digo, hostias, que debo de ser valiente.

Me sacude como una droga

directa en vena.

No es tan delicioso,

delicioso como un dolor.

Me inmoviliza.

Casi me hace creer que estoy muerta.

Necesito esa segunda piel,

algo que me haga resistir.

No puedo hacerlo por mi misma,

a veces necesito un poco de ayuda.

Quiero esa oportunidad para dar cada gota que me queda.

Necesito una segunda piel,

alguna de la que no pueda escapar.


Me digo a mi misma, chica, simplemente respira.

Es la tranquilidad que siempre estoy buscando

pero la mugre se vuelve tan pesada

que cae sobre mi cabeza

calándome hasta la planta de los pies

y sigue llegando más hondo.


Necesito una segunda piel,

algo que me anime.

No puedo hacerlo por mi misma,

a veces solo necesito un poco de ayuda.

Tengo esa oportunidad para dar cada gota que queda dentro de mi.

Necesito una segunda piel,

alguna de lo que no pueda liberarme.


Aunque nunca dije que fuera fácil

uno ha dejado de negar ya

la opción que se interpone

en tu inclinación a sobrevivir

aunque sabes que te levantas contra

un mundo hecho para el engaño.

Necesitas una fuerza especial, ¡sí!

Tengo una segunda piel, ¡sí!

Tengo esa oportunidad de dar

Tengo la única forma que sé de vivir con ello.

Necesito una segunda piel

alguna que me mantenga fuerte.

Necesito una segunda piel

¡alguna que no pueda rasgar!

LA CANCIÓN

Fotos: No consigo recordarlo, sé que son de alguna web oficial pero no he conseguido encontrarla. Mil perdones.

Canciones al completo: «The Mountain» de Steve Earle and The Del McCoury Band

Aunque admito que últimamente estoy bastante alejado de los trabajos de algunos de mis preferidos (Mark Lanegan, Lucinda Williams,…), parte del tiempo lo estoy empleando en reescuchar alguno de sus viejos discos. En el caso de Steve Earle del que me alejé bastante tras su disco «Washington Square Serenade» y su posterior gira, tendré que agradecerle siempre (entre otras cosas) que me enseñase lo que es el estilo bluegrass a través de la grabación que hizo con el clásico grupo de ese estilo: The Del McCoury Band.

Dicho disco se llama The Mountain y Earle se desmarcó de lo hecho en El Corazón y previos para disgusto de muchos, pero no para el de Levon Helm, Wanda Jackson o el mío aunque creo que yo lo habré escuchado unas cuantas veces más que ellos.

El otro día mientras lo recuperaba para mis oídos y mi vista, mientras me leía las letras, me atraparon unas cuantas canciones pero «The Mountain» (la que da título al disco) especialmente. Me recordó sobremanera al sentimiento de la novela La Lluvia Amarilla de Julio Llamazares. Muchas sensaciones comunes: la soledad, la melancolía, los fantasmas del pasado…aunque Earle libera a su canción del ambiente malsano de muchos pasajes de esta novela.

De cuando Steve Earle era enorme (en todos los sentidos).

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Portada

«La Montaña»

Nací en esta montaña hace ya tiempo,

antes de que derribaran los árboles y extrajeran el carbón,

cuando te levantabas por la mañana antes de que hubiera luz

para bajar a ese agujero oscuro y volver entrada la noche.

Nací en esta montaña, esta montaña es mi hogar.

Ella me abriga y sostiene frente a las preocupaciones y la aflicción.

Vale, tomaron todo lo que daba y ahora se han ido

pero moriré en esta montaña, esta montaña es mi hogar.

Fui joven en esta montaña y ahora soy viejo.

Y conocía cada chillido, cada frío agujero en el que nadar

hasta que una noche me acosté y desperté para encontrar

que mi infancia se había terminado y me adentré en la mina.

Hay un agujero en esta montaña, es oscuro y profundo

y solo Dios conoce todos los secretos que guarda.

Hay un frío en el aire que solo los mineros pueden sentir.

Hay fantasmas en los túneles que la Compañía selló.

LA CANCIÓN

Foto: http://www.billboard.com

Una de libro: Todos los Santos de Charles Williams

Aunque se puede decir que en profundidad, tratan del amor, últimamente he estado leyendo algunos libros en los que resulta especialmente interesante la idea de la muerte. Son una mezcla de ambos temas pero especialmente originales en el caso de la muerte.

De todas las lecturas, tal vez las de Charles Williams y la de Aleister Crowley sean las que dejan una huella más intensa, aclarando desde ya que son interpretaciones del más allá completamente opuestas. Trataré en esta entrada de la novela “Todos los Santos”.

Un breve resumen: Lester está muerta y vaga por un Londres que son todos los Londres (pasado, presente y futuro), descubriendo que puede contactar con algunos seres humanos vivos. El pintor Jonathan Drayton (claramente visionario) pinta un cuadro de Simón el Clérigo, jefe de una secta. Dicha pintura pondrá en jaque la continuidad de su amor por Betty. Simón el Clérigo planea la dominación mundial a través de sus dobles. Hábilmente, Charles Williams va concatenando a todos los personajes y las diferentes tramas (que es una sola) a través de la existencia de los diferentes planos o dimensiones.

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Charles Williams: un tipo aparentemente serio

La novela de Charles Williams tiene una cierta vocación teatral. Son solo unos pocos personajes. Siete principales y unos tres o cuatro más completamente secundarios, todos ellos bien definidos pero nada simples. De hecho, los principales están dispuestos en parejas de las cuales se podría sacar una interpretación de la novela encaminada a hablar de los tipos de relaciones de pareja. Es más, a pesar de ese número impar, el elemento discordante número siete (hablo del personaje de Evelyn) se podría ver como la interferencia (podéis llamarlo amante, celos o inseguridad) en esas tres relaciones. Pero no quiero centrarme en esta visión del relato que siendo interesante, no creo que sea lo que le da su carácter único.

En el caso de Charles Williams, la interpretación acerca de lo que nos espera tras la muerte no llega a ser del todo completa ya que el mundo que “pinta” en Todos los Santos hace referencia más bien a una dimensión de paso (los cristianos la pueden llamar purgatorio). O no. Esa dimensión de paso o definitiva es tal vez uno de los mayores atractivos de su libro.

Estoy de acuerdo con Tolkien; al parecer decía sobre los escritos de Charles Williams que “no sabías lo que quería decir”. Y es cierto en parte. Su método que intercala cierta filosofía (otros llamarán verborrea) no es especialmente claro pero si tiene que quedar compensado, al menos en esta novela, lo hace sobradamente con la espectral idea del mundo paralelo en el que habitan las almas: un mundo que puede resultar un laberinto eterno en el que vagar perdido en tu pasado o por el contrario, una estación de paso hasta alcanzar el estado definitivo. Por otro lado, las interpretaciones más claras o ciertas ideas, no las da a través de esa filosofía una tanto ocultista que impregna el libro sino a través de los diálogos de los personajes y la evolución de estos a través de la acción de la novela. De esto cabe plantearse si con un menor número de páginas, Williams hubiese provocado el mismo efecto y transmitido de igual manera. Cada lector deberá decidir por si mismo. Por otro lado, la vaguedad de la trama es un acierto en el sentido de que ayuda a sumergirte en un mundo vaporoso, difuminando los límites entre la dimensión real y la “otra dimensión” así como las sensaciones y pensamientos de los personajes.

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Las tres marías ó Inklings:Tolkien, Lewis y Williams.

Pero aparte de esa dimensión que podríamos llamar exterior, hay otra dimensión interior que igualmente incluiría ente los momentos más atractivos del libro, cuando Simón, aspirante a jefe supremo mundial (así escrito suena ridículo pero tiene su sentido en la novela, simplemente como la representación del peligro de perdición espiritual de la humanidad, amén de la cercanía de la 2ª Guerra Mundial cuando se escribió el libro), decide encarcelar las dos almas cuyos cuerpos han muerto, en un cuerpo vivo creado con polvo y suciedad, una idea claramente inspirada en el Golem de la tradición judía, dándole un claro sentido negativo en primera instancia (al fin y al cabo, es un ser de venganza, algo totalmente contrario al sentido del libro). Un cuerpo que es usado de muy distintas maneras por sus “pilotos” y que dará lugar a dos escenas importantes. La primera en el encuentro en el plano físico de los Furnival (una de las parejas protagonistas) que en el fondo es el encuentro definitivo de sus almas tras varios encuentros previos baldíos y en la segunda, generando la tensión necesaria en el último capítulo de la novela cuando Simón quiere dar el paso definitivo para llevar a cabo sus designios.

Termino: una novela original, no tanto por su trama (tal vez resulte simple en ese sentido) sino por los múltiples sentidos y capas en las que puedes perderte placenteramente, todas ellas al margen de la filosofía más oculta, tan solo con la narración: la figura del pasado como lastre o como influencia (¡incluso tras la muerte!), la crisis (en este caso provocada por la muerte de un ser amado) como momento de cambio o reflexión, las relaciones de pareja antes mencionadas. En fin, una serie de temas bastantes ricos. Original también por la complejidad de los personajes (especialmente los femeninos) así como por la imaginación en la creación de escenarios, tanto físicos como espirituales y el tránsito de unos a otros.

Canciones al completo: «Earth Died Screaming» de TomWaits

Una entrada más sobre Tom Waits probablemente hoy en día no sea necesaria, pero hubo un tiempo hace no tanto, tal vez veinte años que Tom Waits no era el músico que todo el mundo debe “conocer”. Pongo “conocer”, entre comillas, porque estoy más que convencido de que en muchos casos lo que se conoce es mucho el nombre y poco la obra.

Tom Waits es un tipo inabarcable, no porque su trabajo sea incontable como nos pudiera parecer el de Zappa o Neil Young, sino porque su obra para mucha gente entre la que me encuentro, es obsesionante. Puedes volver y volver sobre alguno de sus discos y tener un momento en que entras en bucle con una de sus grabaciones. Pasas a formar parte de el mundo Waits y te quedas un tiempo viviendo allí hasta que poco a poco vuelves a dejarlo escapar o tal vez eres tu el que te fugas despacio, de forma sutil, sin darte cuenta.

Hace poco volví a escuchar “Real Gone”, un disco que ya en su día me pareció difícil. No puedo decir que me haya atrapado de la manera que antes os he descrito pero me hizo pensar en lo que yo creo que es su génesis, “Bone Machine”.

Este disco es negro, muy negro. Y crudo. Es el disco en el que encuentras a Keith Richards colaborando en “That Feel” o  a Les Claypool en “Earth Died Screaming”…David Hidalgo… Es el disco que decidieron aprovechar The Ramones para versionear “I Don’t Wanna Grow Up” o Robert Fisher para rehacer “The Ocean Doesn’t Want Me”. Sus temas se han tomado para el cine, “Going Out West” lo podéis encontrar de forma atronadora en “El Club de la Lucha”, si no recuerdo mal cuando bajan a los sótanos de la casa. Lo más importante es que es el disco en el que Tom Waits parece que se enamoró del ritmo. En una breve e interesante entrevista para la revista Trasher se comenta:

Trasher: Así que enloquecer haciendo música es algo que llevas haciendo mucho tiempo, ¿verdad?

Tom Waits: […] Todos tenemos un tambor en el pecho desde el momento en el que nacemos. Creo que la música cuyo tempo es más rápido que el latido del corazón te excita y la música que es más pausada que los latidos del corazón te calma. Todos tenemos continuamente en marcha un ritmo interior, lo escuches o no, siempre está ahí. […].

Supongo que la canción que os traigo hoy aquí no atraerá a ningún neófito. Supongo. En su día «Bone Machine» me aburrió y hoy me parece una pieza fundamental. En ella podéis escuchar la máquina de huesos en todo su esplendor. Además me encanta un comentario de Tom Waits de esa misma entrevista de 1993 con el que comparto una esperanza y un deseo.

T: En esa canción, “Earth Died Screaming”, ¿crees que la Tierra está muriendo y seguimos ignorándolo y viviendo en nuestros pequeños sueños?

T.W.: Supongo, pero pienso que el mundo va a seguir aquí mucho tiempo después de que nosotros desaparezcamos. Estoy esperando que el mundo se abra y nos trague a todos, que se nos quite de la espalda. Creo que el mundo es un organismo vivo. Cuando clavas una pala en el suelo, ¿no has oído alguna vez a la Tierra diciendo “Uhhegm”? Y vivimos sobre los restos descompuestos de nuestros ancestros, tanto animales como vegetales y minerales. Así que es una cosa viva. No creo que muera gritando, creo que nosotros moriremos gritando, en la ciénaga del tiempo.

Os dejo con este tema que es la apertura de esa obra maestra que es «Bone Machine».

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Portada

“La Tierra murió gritando”

Rudy está a medio camino
y Jacob en el hoyo.
El mono está en la escala.
El diablo alimenta las ascuas
con cuervos grandes como aeroplanos.
El león tiene tres cabezas
y alguien se comerá la piel que mude
y la Tierra murió gritando.
La Tierra murió gritando
mientras yazgo, fantaseando contigo.
Bueno, el infierno no te quiere
y el cielo está lleno.
Tráeme algo de agua,
viértela en esta calavera.
Camino entre gotas de lluvia.
Espero en la plaza de la casa de los bichos
y las hormigas soldado.
Ellos no dejan nada salvo los huesos.
Y la Tierra murió gritando
mientras yazgo, fantaseando contigo.

Había truenos.
Había rayos.
Entonces las estrellas se fueron
y la luna se cayó del cielo.
Llovió caballa.
Llovió trucha.
Y el gran día de la ira ha llegado
y aquí está el lodo en tu gran ojo rojo.
El atizador está en el fuego
y las langostas toman el cielo.
Y la Tierra murió gritando
mientras yazgo, fantaseando contigo.

LA CANCIÓN

Nota: Los extractos del cuestionario a Tom Waits están sacados del libro “Tom Waits: Conversaciones, entrevistas y opiniones” que publicó en España la editorial Global Rhythm.

La foto de entrada de su página

Una de libros: El Último Lugar Salvaje de Mike Tomkies y En un Metro de Bosque de David George Haskell (Parte II)

La obras

Como ya hemos avanzado, “El Último Lugar Salvaje” transcurre durante los primeros diez años (llegaría a estar cuatro años más) que Mike Tomkies pasa en una casa en el mencionado lago.

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La base y hogar de Tomkies: Wildernese: Foto: Bob

 

Excepto los dos primeros capítulos, que trata de su acondicionamiento en la casa y su adaptación al entorno, algo así como una descripción de su propio hábitat, el resto de capítulos hablan de lo que encuentra en los diferentes hábitat de la región: el propio lago, los bosques y las montañas. En cada uno de ellos dedica capítulos especiales a algún tema (la isla de las gaviotas, las ardillas, …) pero fundamentalmente son sus exploraciones en dichos parajes en las diferentes estaciones. He aquí una división que cualquiera que ha pululado un poco por el campo sabe que es importante. Tenemos la fortuna (catarros y alergias aparte) de pertenecer a esa parte del mundo con cuatro estaciones, lo que supone vivir en cuatro mundos diferentes dentro del mismo territorio, no solo cambiantes por la meteorología y el paisaje sino por la fauna, la flora y la repercusión en el hombre que tiene que adaptarse a estos cambios. Es este un punto también sumamente interesante que toma como base el propio subtítulo de David G. Haskell que no me parece nada desafortunado: “Un Año Obervando la Naturaleza”. Y es que Haskell emplea un año natural llevándonos desde enero a diciembre por las distintas conexiones que encuentras en la naturaleza: desde las garrapatas a la civilización, desde las hormigas al avance de los bosques, de las bacterias a las pelotas de golf.

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Ciclo de las antipáticas garrapatas (hasta para Haskell)

 

Mientras Tomkies escribe un libro activo, casi aventurero, el libro de Haskell es contemplativo desde su concepción y bastante más discursivo sin por ello resultar en ningún momento aburrido. Haskell decide largarse a una zona de un bosque cercano a su Universidad pero que todavía conserva las características originales, lo que denomina bosque primigenio. Una zona de observación pero también de actividad que es lo que el propio Tomkies persigue en su alejado lago escocés. En ambos libros nos damos cuenta de que la inviolabilidad de dichos parajes no es segura y que en el fondo la influencia de la civilización está ahí. Ya sea en forma de piscifactorias de salmón, de ganado o de cazadores furtivos en el caso de Tomkies, ya sea por campos de golf, presas y basura en el caso de Gaskell.

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Auténtico colono, una sámara.

 

Ambos libros intentan acercar la naturaleza al lector de formas muy diferentes. Tomkies utiliza la personificación de los animales así como la focalización sobre la belleza para ello. En el primer lugar se pueden encontrar ejemplos como el pinzón de pata rota que consigue, no solo sobrevivir sino conseguir pareja y hacer frente al resto de pinzones, su conocida, la gaviota bautizada Gilbert, de la época en la que vivió en la zona costera escocesa así como el emotivo final de la garza Harry que salvó en la misma época y que en los últimos momentos de su vida acaba buscando una cierta compañía que le ayude o al menos le reconforte como lo hizo antaño. Por el otro lado, el propio libro es un homenaje a la belleza de la naturaleza así como de las zonas recónditas y menos transformadas de Escocia que vamos descubriendo a través de su exploración. Pero la inquietud de Mike también se traduce en tratar temas espinosos como el de la desaparición del salmón, fundamental en la economía escocesa, o las quemas incontroladas que homogéinizan la vegetación provocando la ruptura del equilibrio ecológico o la última y conmovedora parte en la cual un Tomkies incrédulo se enfrenta a la mayor mortandad de ciervos desde que lleva viviendo en Wildernesse (su casa rebautizada) y sus esfuerzos para intentar solucionarlo. Todo ello denota una persona inquieta que no solo se informa (cuántos, mal llamados periodistas, deberían aprender de él) acerca de temas que le resultan profanos sino activa a la hora de proponer soluciones y de contrastar diferentes opiniones.

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El águila real, tormento y placer de Tomkies. Foto (extraordinaria): Ronald Coulter

 

El libro de Gaskell es más arriesgado (tengamos en cuenta que el tiempo entre un libro y otro supera ampliamente los 30 años). Su llamada de atención la consigue muy inteligentemente acercándonos lo invisible, es decir apela en el fondo al misterio. De hecho, su libro es un homenaje muy sentido a la curiosidad y también al fino hilo que en el fondo conecta todo con todo. Lo consigue de forma fácil, haciendo de lo pequeño (al principo, de hecho, pensaba que era microbiólogo) algo visible y comenzando un tema (o enlazándolo) con otro de forma que hace visible muy gradualmente cual es el engranaje que pone en marcha ambos conceptos. Pero también tratando cuestiones que no están claras de modo que en si mismos son un misterio aún. Desde mi punto de vista hay algunos capítulos que son auténticas obras maestras en este sentido. “La Herbivoría” que cualquiera pensaría que va a tratar de mamíferos, trata (no en exclusividad) del misterio que evita que los insectos (ávidos gargantúas) dejen los bosques pelados, “Ondulaciones” acerca de algunos de los insectos más molestos: los mosquitos o “Unas Huellas” un apasionante viaje (a la par que controvertido) que va del rumen, la viabilidad de los bosques, los ciervos y…las garrapatas. Estos capítulos y otros se encuentran entre los más perfectos del libro por otro motivo que se ha comentado como una de las mejores características del libro: cierta reflexión, si se quiere llamar filosófica de modo que nos hace plantearnos ciertas ideas preconcebidas que necesitan replantearse desde una nueva óptica. Para ello emplea siempre temas científicos relacionados con la naturaleza, por supuesto. Es más, aunque la brevedad de los capítulos de “En Un Metro de Bosque” (en inglés “El Bosque Oculto”, “The Forest Unseen”) contribuyen a ese dinamismo, en ciertas ocasiones se hacen excesivamente breves por lo interesante del tema así como las propias reflexiones.

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Alguno de los muchos vecinos voladores de Haskell: un cardenal norteño macho

 

No me gustaría terminar sin apuntar algunas pequeñas cosas. Hay detalles en Tomkies que me lo han hecho simpático. Cuantas veces vamos por el campo a la caza y captura de la foto de un animal sin poder conseguirlo o que se nos escapa por los pelos. Muchos de los que habéis vivido estas situaciones os reiréis con el libro de Mike. Por otro lado, su actividad para generar vida, os pondrá en un brete pensando: ¿hasta dónde debemos intervenir? ¿y si conseguimos recuperar parte de la fauna de un lugar? Varias veces se da este pensamiento a lo largo del libro, desde su ayuda invernal a los pájaros hasta la creación de su jardín.

Esto es así también en David. Hay un capítulo especialmente interesante que se llama “La Estrella de la Tierra” que surge de un planteamiento bastante simple. ¿Debo limpiar el bosque de esta pelota de golf? Puede que en cierto aspecto, las concepciones de David resulten controvertidas, al igual que en el capítulo precedente, “El Tritón y El Coyote”, en el cual hace mención al recorrido de algunas especies y la influencia de la historia, otra forma de darnos a entender (como piensa al final de dicho capítulo) que nada vive en aislado del resto, por mucho que los hombre intentemos compartimentarlo todo.

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Las Photuris, viuda negra y ¿futuro objeto de estudio de las empresas energéticas?

 

Para terminar (esta vez sí) quería comentar un par de cosas. En primer lugar, la traducción del libro de Tomkies no es especialmente clara, concretamente en lo que se refiere a las especies animales que trata. Esto no ocurre con “En Un Metro de Bosque” que siempre que el autor lo sabe, hace referencia al nombre científico. Aún así, esto no empaña para nada el disfrute de todas las cosas y otras tantas que descubriréis en “El Último Lugar Salvaje”. En segundo lugar, ambos títulos son evocadores pero un tanto engañosos. Ni el libro de Tomkies trata sobre el último lugar salvaje, aunque tal vez sea lo más parecido para el mundo civilizado, ni Gaskell trata lo que sucede en un metro de bosque, más bien se trata de las reflexiones que le sugieren lo que observa a su alrededor mientras se encuentra en un metro cuadrado. Y en tercer lugar, ambos libros, tal vez algo más el de Gaskell me parecen una lectura más que sugerente para alumnos que están pensando en dedicarse a ramas relacionadas con la biología o las ahora llamadas Ciencias Medioambientales.

Una de libros: El Último Lugar Salvaje de Mike Tomkies y En un Metro de Bosque de David George Haskell (Parte I)

Los autores

Vamos a tratar en una misma entrada un par de libros. He decidido comentarlos juntos porque ambos me parecen complementarios, lo que quiere decir que son muy diferentes entre si pero se centran en un tema maravilloso, la naturaleza, conectando en muchos puntos. Puesto que además los autores son interesantes y bastante desconocidos, he decidido dividir esta entrada en dos. En esta primera quiero tratarles a ellos, aunque me voy a centrar fundamentalmente en Mike Tomkies porque, francamente, me parece más interesante a nivel biográfico.

Y es que cuando volvíamos de vacaciones este verano, tenía claro que me iba a leer un libro centrado en la naturaleza pero al final no fue uno, si no dos y el primero de ellos de un tal Mike Tomkies del que no había oído hablar en mi vida. En alguno de los viajes Juan Carlos me habló de este libro y aunque se lo había pedido, me lo fue a traer en el mejor y el peor momento. El mejor porque resultó ser lo que quería leer en ese momento. El peor porque me hizo retrasar la lectura de David G. Haskell, que llevaba retrasando prácticamente desde que se publicó el libro en español. Es por ello que empiezo con Tomkies.

Este inglés que se dedicó al periodismo, lo dejó todo por vivir y estudiar la naturaleza. Cómo pasó de escribir libros sobre Robert Mitchum, Elvis Presley o John Wayne (la lista es interminable) a vivir la naturaleza es difícil de explicar. De hecho no lo sabemos pero algo cuenta él mismo y es que en Madrid…

…“[…]Cuando ella (Ava Gardner) me preguntó: ¿qué hace un hombre como tu haciendo carrera de esta mierda? Entonces me pregunte seriamente de qué iba mi vida […]”.

Y ahonda en el tema comentando que tras la ruptura de lo que fue su mayor romance y el rechazo de un libro sobre Sean Connery en el que llevaba trabajando largo tiempo, le llevó a pasar página y cambiar de vida gradualmente. Algo que puede sonar a película, en él resulta genuinamente real y cierto. Tal vez su propia existencia confirma esa veracidad pasando de vivir Hollywood en Hollywood a zonas agrestes de Canadá, España y diversas partes de Escocia durante largo tiempo para poder observar (y vivir) la fauna y flora del lugar. En el libro que tratamos aquí, deja entrever en las pocas divagaciones ( y breves) que hay de este tipo, sus propias dudas sobre la correcta elección de esta otra vocación, la de naturalista, especialmente en los momentos más crudos del invierno escocés, aislado en su casa del lago Shiel.

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Mike Tomkies, una leyenda.

Pero tal vez su momento más duro fuese a la muerte de otro de los protagonistas de “El Último Lugar Salvaje”, su pastor alemán, Moobli, momento en el cual pensó en el suicidio. Y es que el tema puede parecer exagerado pero, ¿quién ha vivido durante más de catorce años mayormente aislado con la única compañía constante de su perro como para conocer la fuerza de ese vínculo?. Hoy por hoy, al menos en el primer mundo, yo diría que nadie.

Por otro lado tenemos a David G. Haskell al otro lado del charco, en Tennessee, formando parte de la Universidad de Sewanee y al parecer especialista en biología evolutiva. Aparte de eso lleva con su mujer una granja en la cual se dedican a hacer jabones especiales, uno de ellos adecuado para las manos más castigadas que tiene el simpático nombre de “el especial del cerdo guarro”. Su vida no es tan azarosa que sepamos como la de Mike Tomkies y eso se refleja en el libro “En Un Metro de Bosque”, más contemplativo y filosófico. También más científico.

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David George Haskell rodeado de su libro.

 

Pero lo que realmente une las obras de estos dos autores es la pasión de lo que escriben y su inteligencia al plantear cuestiones. Ahí, ambos están a la par. Esa pasión que busca acercarte (entre otras cosas) a algo que a veces resulta tan inaprensible como es el respeto por la naturaleza.

 

En la próxima entrada nos meteremos de lleno a tratar los libros de estos autores.

Canciones al completo: «Take Me Home, Country Roads» de John Denver

Últimamente entre trabajo y vacaciones, aunque exagere un poco, parece que los días han ido avanzando al paso de líneas continuas y discontinuas sobre el asfalto o remarcando las rodaduras de otros vehículos sobre caminos polvorientos atizados por el sol de lo que ha sido este asfixiante verano. Curiosamente, cada vez que nos hemos acercado a Hervás, sonaba en el reproductor del coche esta canción de John Denver. Puede que sea el azar, la magia o la ciencia estadística, a saber, el caso es que se ha convertido en un tema especial.

John Denver fue músico, activista político y ecologista. Un tipo tan interesante que es imposible desarrollar su vida en esta reducida entrada, acercaros como breve ejemplo aquí o a la wikipedia para algo más general.

Por estos lares fue especialmente conocido con su tema tal vez más exitoso, el bello «Sunshine on my Shoulders» y tal vez por la anecdótica colaboración con Plácido Domingo.Tengo que admitir que en grandes dosis me resulta excesivo pero en pequeñas píldoras, ¡ah!, es donde John Denver puede llegar a resultar emocionante. Por eso os dejo este magnífico tema:

Portada

Carreteras del país, llevadme al hogar

Casi el cielo, el oeste de Virginia,

la cordillera Blue Ridge, el río Shenandoah,

la vida es vieja allí, más vieja que los árboles,

más joven que las montañas, creciente como la brisa.

Estribillo

Carreteras del país, llevadme a casa

al lugar al que pertenezo,

el oeste de Virginia

madre montaña, llevadme al hogar

carreteras del país.

Todos mis recuerdos se reúnen entorno a ella,

Mujer del minero, ajena al océano

Oscuridad y polvo, pintado en el cielo

Vago sabor del alcohol, lágrimas en mis ojos.

Estribillo

Oigo su voz llamándome en horas matinales

La radio me recuerda mi lejano hogar

Conduciendo por la carretera tengo un sentimiento

que debería haber estado en casa ayer…a-yer.

Estribillo

LA CANCIÓN

Nota: Nos han quitado grooveshark, una lástima así que hasta que encuentre una página mejor,  enlazaré el tema donde sea que lo encuentre, intentando evitar youtube, por mi irracional aversión hacia esa web.